Las ondas que en mi ojo vibran.

Mis ojos brillan por sus bordes, excepto en el centro negro y opaco y hasta hoy no entendía los límites de su luz, y al mirarte veo que tu luz entra por ese vacío, te acogo con mi gravedad, devoro tu luz, estas vibrante en mi cerebro, líneas de mareas que en mi mente cobran forma, eres el ejemplo de estar vivo en mi consciente cobras vida.

Como un flash en la fotografía la luz golpea tus límites y complejidades, y su cincel te talla en mi memoria, un negativo inverso, donde pones los pies en el cielo, revoloteas mi mundo como mariposa y con su aleteo levantas y agitas el polen, mientras tus raíces aprietan entre sus dedos la tierra.

Ese espacio vacío de mi gravedad interna que come luz como un vandido, y aún cuando la luz no golpea tus formas, te tiene como estatua en su panteón, elevada entre sus arcos de triunfo, y Palacios de batallas ganadas y pérdidas, hundida en un aroma de jardín y delicia, de calma y premura, de placer y ternura, como una caricia calma el alma y después levanta el espíritu.

Y derrepente el retorno de tu luz, el golpe vibrantes de las ondas, y cobras figura; a cuerpo pasar de espíritu, cuando en vez de rondando por los pasillos de mi gravedad, dejas que la luz golpee tus cauces, como al llover el agua dibuja los ríos, o al deshielo del sol cuando regala el cariño.

Ese juego entre la luz y el vacío, que en mi ojo y sus bordes me regala tus brillos destellante, estrella colapsante que entras en mi órbita, es ahí cuando el miedo derrota al tiempo, en ese momento eterno cuando tu luz se acerca a mi ojo, y en sus ondas dibujan tu rostro.

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