Credo
Escribo un manifiesto a mano alzada sobre dios y lo divino, en un viaje de millones de años, dentro de una cabina presurizada, desnudo ante mis ojos, parte más antigua y recordada de la historia humana. Creo que de cada experiencia hay algo con que embriagarse, en la noche los discursos son más sinceros, el sabor amargo de la pobreza es más honesto cuando la devoran los demonios líquidos de un vaso de alcohol, en un suspiro fúnebre, siento un poco más fuertes, los tenebrosos sabores de la verdad. Esas palabras divinamente honestas que vienen del origen propio, ese que un libro de buenaventura y hermandad, leemos como constitución, una promesa eterna de que todos somos iguales en el reino del señor, bondad, amor, humildad, fraternidad, mutuo apoyo y colaboración, no son tonos añejos de utopías joviales, son la vibra de dios y su pueblo elegido, me doy cuenta lo importante del lenguaje en su función más primitiva, entregar BIEN el mensaje, ha fallado, escuchar a Jesús poniendo su cuerpo