Cuando nos encontremos en silencio, y tus ojos sean las únicas letras que puedo leer, en medio del vacío que forma por nuestra distancia, distorsionando lo rayos de luz, justo cuando los segundos toman más aire en su sempiterna prisa, y antes que todo colapse en una madeja de concreto, te miro, te leo y creo interpretar, ese pequeño destello de tu pupila contraída hacia la luz, navegó en ese pardo borde de corales castaños, a un diminuto espacio negro y abismante donde el el movimiento de tu idea, genera un ruido en la imagen, y lo tomo.

Lo adentro en mi labio y cae sobre el tuyo, como un miedo penetrante en el pecho, cae sobre ese terreno que desde mi ojo, se refleja como espejo, y el espacio es tan pequeño que explota en beso.
El ojo navega en el negro y viaja desesperado buscando el norte, se ahoga sin sociego, y se entrega a las imágenes que dibuja sobre el negro, un universo explota y me eleva en un golpe, y a tu piel me apego donde me lleve te llevo, eres parte de mi mismo latido, y ahora vibras conmigo, eres una violenta marea, y yo busco tormenta.

Te huelo en el ambiente eres naturaleza entera, el mundo cobra sentido, el bosque y sus colores, la humedad de su tierra, como llueve y con sus cauces juega, la marca de tus ríos, y tus mesetas, un bosque entero con sus secretos, y yo en tu ojo muero.

Cuando te veo en el silencio de tu mirada, te leo con mis palabras, en mis miedos, mis secretos y tu piel de tersa seda.

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